sábado, 12 de mayo de 2018

Lluvia de verano



Las últimas gotas escurrían sobre las hojas y el cielo nublado no alcanzaba a iluminar todos los rincones de la casa, en cuyo patio central se reinstalaba el silencio.
- Mi mamá me insinuó que ya estoy vieja, que ya debería yo de tener hijos.
- Ajá.
Él colocó en la mesa dos cervezas que trajo a oscuras desde la cocina. Por la ventana se escuchaba que la gente volvía a salir a la calle.
- ¿Te gustó la película?- preguntó Marcela luego de haber dado un trago.
- Me entretuvo.
- ¿Pero te gustó?
- Estuvo bien. No volvería a verla, pero me divirtió.
- Y si yo la quiero ver de nuevo y te pido que la veamos juntos, ¿la volverías a ver?
- Tendría que pensarlo.
Se levantó y encendió la luz de la cocina, regresó a la mesa con dos cervezas más. La luz le dividía la cara en dos y ahora ella tenía los ojos en la oscuridad, Ramiro podía ver en su boca que sonreía y se preguntaba cómo se verían sus ojos.
- Lo curioso es que cuando podía no quise, y ahora que sí quiero ya no voy a poder.
- ¿Cómo está que no hay otra opción? ¿No se puede intentar así?
- La doctora dijo que no -respondió Marcela al tiempo que destapó su cerveza.
- ¿No se supone que no debes tomar?
- Todavía faltan días.
Del jardín mojado emanaba un discreto concierto de la naturaleza ante cuyas vibraciones la sensibilidad reafirmaba la vida cada segundo, aún en la noche cuando el aire está frío y oscuro.
- ¿Voy a poder visitarte al hospital? Si quieres te llevo el DVD de esa película horrible que quieres volver a ver.
- Yo tampoco quiero volver a verla.

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