jueves, 27 de diciembre de 2018

El alma escindida



Se levantó de sopetón como si mediara un mecanismo entre sus músculos y la presencia que afuera lo reclamaba. Cual marioneta que forcejea con los hilos salió de la habitación. En el pecho las arterias se le hacían nudo y el corazón como una caja caía a las tripas. Su conciencia vibraba en otra piel que sentía propia conforme se hundía en una sombra única conciliadora de todas las cosas. Confundido siguió avanzando y juzgó absurdo que un libro, el filo del escritorio y una moneda urdieran la misma cita con el olvido. Apretando los pulmones entre sus dientes respiraba al vaivén de la lucidez, sintió de súbito calor en el cuello y que una flor se fractalizaba en pétalos dentro de sus ojos que miraban la sangre escurrir hasta la pierna. Antes de salir a la calle un resplandor de cuchillo se descompuso en las últimas esquirlas de certeza que se disolvieron en la eternidad de la noche.

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