miércoles, 15 de noviembre de 2017

La Metamorfosis




Una mañana, tras una cruda intranquila, Gregorio Famsa se despertó y viose convertido en un horrendo Perro Bermúdez. Estaba echado de espaldas debajo de su grasa y, al alzar la cabeza, vio su panza convexa y peluda, surcada por estrías violáceas, sobre las cuales corrían gotas de sudor, que estaban a punto de escurrirse hasta el suelo. Numerosas lonjas, penosamente chonchitas en comparación al grosor de su papada, todo se agitaba sin concierto.

-¿Qué me ha ocurrido?

No estaba soñando. Su depa, un depa normal del Centro Histórico, aunque muy pequeño, tenía el aspecto habitual. Sobre la mesa había desparramado monedas de a peso que se había robado, -Famsa era empleado en un OXXO-, y de la pared colgaba un póster de una revista de deportes y puesta en un marco dorado. El póster mostraba a Cuauhtémoc Blanco jorobado, haciendo su pose ridícula, envuelto en un clamor de victoria y meados de un hincha de las Chivas que, vistos de cerca, salpicaban todo su antebrazo.

Gregorio miró hacia la ventana; estaba nublado, y sobre las cenizas de cigarro en el alféizar repiqueteaban las gotas de lluvia, lo que le hizo sentir una gran melancolía.

<<Bueno, -pensó-; ¿y si siguiese durmiendo un rato y me olvidase de estas locuras?>> Pero no era posible, pues Gregorio tenía la costumbre de dormir sobre el lado derecho, y su actual estado no permitía adoptar tal postura. Por más que se esforzara, volvía a quedar de espaldas. Intentó en vano esta operación numerosas veces; cerró los ojos para no tener que ver aquella confusa agitación de lonjas, pero no cesó hasta que notó en el costado un leve dolor cólico jamás sentido hasta entonces.

-¡Qué cansada es la chamba que he conseguido! -se dijo-. Siempre de pie. Las preocupaciones son mayores cuando me toca el turno de la noche, por no hablar de las molestias propias de los compañeros, no cagarla con la caja; la mala comida, irregular; relaciones que cambian constantemente, que nunca llegan a ser en verdad cordiales, y en las que no tienen cabida los sentimientos. ¡Al diablo con todo!


Sintió sobre el vientre un pequeño botón, con la espalda se deslizó lentamente más cerca de la cabecera de la cama para poder levantar mejor la cabeza; se encontró con que la parte que tenía el coliquito era una pequeña protuberancia que no sabía a qué se debía, y quiso palpar esa parte con una mano, pero inmediatamente la retiró, porque el peloteo le producía ansiedad.

Se deslizó de nuevo a su posición inicial.


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