viernes, 13 de abril de 2018

Jimmy y su alma de perro



Cuando llevé Textos Filosóficos 2 en FFyL leímos la Ética a Nicómaco de Aristóteles bajo la guía de una doctora alemana. La neta ya no me acuerdo bien de todo, pero sí tengo muy vívida una clase en particular en la cual se hablaba de que si los animales tenían alma (obvio en un sentido aristotélico) o no. Lo cagado fue que había este compa (que en 3er. semestre se hizo célebre por autodeclararse una mente sublime, aparte era bien retraído, en secreto yo lo designaba Heráclito, el pinche Oscuro, porque neta era bien raro) que muy sentencioso dijo que estaba seguro de que su perro no lo quería, pero él a su perro sí, que su perro solo lo "quería" en función de que él era su fuente de alimento y que por lo tanto no tenía alma.

Resulta que en The Cambridge Declaration on Consciousness en 2012 hay la siguiente conclusión:

“The absence of a neocortex does not appear to preclude an organism from experiencing affective states. Convergent evidence indicates that non-human animals have the neuroanatomical, neurochemical, and neurophysiological substrates of conscious states along with the capacity to exhibit intentional behaviors. Consequently, the weight of evidence indicates that humans are not unique in possessing the neurological substrates that generate consciousness. Nonhuman animals, including all mammals and birds, and many other creatures, including octopuses, also possess these neurological substrates”.

La diferencia de más de dos milenios no es la gran cosa: el criterio es comparar el comportamiento y ser antropocentristas. Todo ese embrollo de neurotransmisores y neuroanatomía y etcétera no es mas que el más complejo raciocinio que la cultura científica ha generado.




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